En la populosa barriada de Cuatro Caminos se inaugurará hoy un espléndido templo, el cual, por sus grandiosas proporciones, su belleza arquitecténica y riqueza de detalles, resulta, sin duda ninguna, de lo mejor que en este género se ha construido en Madrid.
Necesario es hacer constar que tan extraordinaria obra se debe al celo y entusiasmo de D. Manuel Sánchez Capuchino, cura párroco de Nuestra Señora de los Angeles y verdadero apóstol infatigable, que, conquistando corazones de ricos y pobres, ha logrado con limosnas levantar en diez años un suntuoso templo, cuya esplendidez responde á las grandes necesidades del barrio de Cuatro Caminos.
Hizo los planos del edificio y llevó la dirección el insigne arquitecto D. Enrique Repullés y Vargas.
La obra es de estilo gótico, en la época de transición del románico; pero sobre ella campea un sentimiento un tanto moderno, que hace destacar con verdadera gallardía la personalidad del ilustre autor de la basílica de Santa Teresa de Jesús, de Alba de Tormes. Armonizan de un modo encantador, completando la obra del arquitecto, sin que caigan en grotescos churriguerismos, cosa muy frecuente hoy día en casi todos los templos que se construyen, las artísticas vidrieras de Maumejean, los riquisimos retablos góticos de Suárez; las pinturas del gran maestro Ferrant y de los laureados pintores Vargas Machuca y Pulido; la imagen de Nuestra Señora de los Angeles, de Font; la ornamentación de Algueró, y la sobria y bien entonada pintura de los muros, de Rodríguez. Ha
sido colaborador inteligente y entusiasta de estas obras el maestro aparejador D. Mateo del Val, persona muy popular y querida en Cuatro Caminos.
El bautisterio es el más amplio y elegante de todas las parroquias de Madrid. Destacan en él la hermosa y artística pila bautismal y la gran pintura mural, «El bautismo de Jesús», de Pulido.
El Sr. Sánchez Capuchino ha realizado una obra extraordinaria, que merece entusiastas aplausos, y éstos serán aún mayores el día que ponga en práctica el proyecto que tiene en el pensamiento, que es el de crear escuelas que recojan á esas criaturas que, entregadas a todas las perversidades, puedan ser rescatadas del triste fin de un presidio.
Inauguración de una iglesia parroquial
La muy notable iglesia de Nuestra Señora de los Angeles, conocida vulgarmente por el «templo del Milagro», se ha inaugurado ayer con suntuosidad extraordinaria, demostrando aquella barriada su contento entregándose á regocijos múltiples, toda vez que desde ayer posee una hermosa iglesia, de que carecía.
Merece sinceros plácemes el virtuoso y celoso cura párroco, D. Manuel Sánchez Capuchino, que verdaderamente de milagro ha conseguido con su constante afán reunir las importantes sumas necesarias para obra de tanta importancia. oy, á las diez y media de la mañana, oficiará de pontifical el prelado de Madrid Alcalá, ocupando la sagrada cátedra el canónigo de la Catedral de Madrid D. Diego Tortosa.
Por la tarde predicará el obispo de Sión, haciendo la reserva el nuncio de Su Santidad. El día 2 por la mañana celebrará el arcipreste de la Catedral, D. Luis Pérez Estévez, predicando el R. P. Ramón Sarabia, haciendo la reserva el provisor y vicario general del Obispado, D. Javier Vales Failde.
El dia3 celebrará la misa el cura párroco, Sr. Sánchez Capuchino, y predicará el auditor de la Rota, D. Manuel López Anaya, y hará la reserva el deán, Sr. Barbajero. La parte musical estará a cargo de la Capilla Isidoriana. Los cultos prometen ser muy notables.
Uno de ellos fue el órgano, que no era el actual, sino uno más modesto y con posibilidad de ser interpretado manual y mecánicamente (al modo de las pianolas, con rollos de papel perforados), construido en el madrileño taller de Ricardo Rodríguez, en el que también se fabricaron en esos años unos cuantos órganos similares para otras parroquias madrileñas. El órgano actualmente existente fue instalado en el templo en 1963, procedente de la basílica de la Virgen de las Angustias de Granada. Su mueble fue construido en 1761 por el organero andaluz Salvador Pavón y Valdés; en él destacan los trampantojos pintadosen los costados, los ángeles músicos de la crestería y el ángel trompetista que sirve de remate. En cuanto al instrumento propiamente dicho, fue construido hacia 1905 por el organero Achilles Ghys Langie, formado en la casa Cavallé-Coll de París; ello significa que su sonoridad es propia de un órgano romántico, no de uno barroco como podría prometer su mueble. En 2007 la Comunidad de Madrid adjudicó al taller turolense de Carlos M. Álvarez Organeros su restauración, cuyos resultados fueron presentados al público el 31 de agosto de 2009, con la asistencia del cardenal arzobispo de Madrid D. Antonio María Rouco Varela.
La primera iglesia de Nuestra Señora de los Angeles, en Tetuán, mantuvo su actividad y su advocación hasta su destrucción el 11 de mayo de 1931; a menudo se aludiría a ella como «iglesia de Bellas Vistas», «iglesia de Tetuán», «iglesia de Villaamil» o «la filial», pues se convirtió en filial de la nueva iglesia de Nuestra Señora de los Ángeles en Bravo Murillo.
Como la de Bellas Vistas, de Gabriel Abreu, también la de Bravo Murillo era de estilo medievalizante, algo habitual en las edificaciones religiosas de la época, especialmente entre los arquitectos formados en la Escuela de Madrid. La de Abreu en Bellas Vistas era neomudéjar en el exterior y neobizantina en el interior; la de Repullés en Cuatro Caminos es, en líneas generales, de estilo neogótico, aunque se mostró ecléctico en la elección de los elementos: por ejemplo, en la fachada empleó arcos de medio punto y algunos elementos ajenos al estilo gótico, en tanto que en la nave las vidrieras están enmarcadas con arcos ojivales. La fachada con la torre de las campanas en el eje central, claramente destacada sobre los dos cuerpos laterales, tiene relación con otros templos medievalizantes, como la propia iglesia de Nuestra Señora de los Ángeles Señora de los Angeles (Parroquia de — en Bellas Vistas, la de Santa Cristina Cuatro Caminos). (La Lectura Dominical, 11:01-1913). en el paseo de Extremadura, también de Repullés, el proyecto elaborado en 1888 por el marqués de Cubas para la nueva iglesia de Santa Cruz en la calle de Atocha, la desaparecida iglesia del Buen Suceso en la calle de la Princesa (1867), de Agustín Ortiz de Villajos, o San Fermín de los Navarros en el actual paseo de Eduardo Dato (1886-1890), de Carlos Velasco Peinado y Eugenio Jiménez Corera. Aunque se trataba de un modelo muy extendido, quizá podríamos preguntarnos si se tuvo también en cuenta el aspecto de la propia capilla de la Porciúncula conservada en la basílica de Santa María de los Ángeles, en Asís.
El interior es de una sola nave con capillas laterales, crucero sin cimborrio y en los pies un coro elevado; la planta sigue, pues, el modelo de San Juan de los Reyes en Toledo, Santo Tomás de Ávila o los Jerónimos en Madrid. Pero las bóvedas son cuatripartitas, siguiendo otros modelos góticos, y los pilares que las sostienen terminan en ménsulas, al modo de la arquitectura cisterciense. Además presenta otros rasgos propios del eclecticismo también imperante en buena parte de los arquitectos madrileños de la época, como es la rigidez de las tracerías y el geometrismo de la fachada, cuyas líneas rectas aparecen resaltadas por el enlucido de los muros.
No se trata, pues, de una repetición arqueológica de modelos góticos (algo que Repullés podría haber hecho sin mayores dificultades), sino de una versión actualizada, en la que algún autor ha llegado a apreciar incluso alguna tendencia al modernismo. La mayor parte de los artistas y artesanos que trabajaron en la obra solían colaborar juntos, en obras de carácter religioso o no; arquitecto, maestro de obras, vidrieros, mueblistas, pintores, decoradores, estaban muy solicitados en esos años, tanto en edificios religiosos como institucionales, casas particulares e incluso salas de fiestas y cafés.
Unos cuantos de ellos estuvieron muy implicados en la vida social del barrio de Cuatro Caminos. Enrique María Repullés y Vargas (Ávila, 1845-Madrid, 1922), que realizó su labor gratuitamente, había cursado los estudios de Arquitectura en la Escuela de Madrid, titulándose en 1869. Un año después recibió la Cruz de Carlos III por su proyecto para escuelas de instrucción primaria que el Ministerio de Fomento había encargado a uno de sus profesores, Aníbal Alvarez, y que Repullés realizó junto con su compañero Emilio Rodríguez Ayuso.
En 1884 fue el ganador del concurso público convocado para la construcción de la Bolsa de Comercio de Madrid, una de sus obras más destacadas, en la que recurre a elementos clasicistas. En 1898 concluyó otro de sus principales proyectos, el del ayuntamiento de Valladolid, que le fue encomendado tras fallecer en 1892 el arquitecto inicial, Antonio Iturralde; en él se inspira en la arquitectura renacentista salmantina e italiana. Otra destacada obra de Repullés fue la basílica de Santa Teresa en Alba de Tormes (inconclusa), neogótica, y la iglesia de Santa Cristina (1904-1906) en el madrileño barrio de la Puerta del Ángel, neomudéjar; en Chamberf dirigió las obras de la iglesia del colegio de la Divina Pastora (1903-1909), proyectada por José Urioste Velada y, con la intervención de Sorolla, se encargó del proyecto de la casa de este pintor en el paseo del General Martínez Campos (1910); a él se debe también el oratorio del Cristo del Olivar en el barrio de Embajadores (1910-1919) y entre 1904 y 1922 se encargó de las obras de la catedral de la Almudena. Profundo conocedor de la historia de la Arquitectura, en los años finales del siglo XIX llevó a cabo importantes tareas de restauración: en Ávila intervino en la fachada de la catedral, los conventos de Santa Teresa y de Santo Tomás, la basílica de San Vicente y las murallas; estos trabajos le valieron la Gran Cruz de Isabel la Católica en 1893. En Salamanca actuó en sus dos catedrales. A partir de 1879 completó las labores de restauración de laiglesia de los Jerónimos de Madrid iniciadas por Narciso Pascual y Colomer.
Algunas de sus restauraciones han sido muy criticadas por no ajustarse con exactitud al rigor histórico; siguiendo criterios similares a los del arquitecto francés Eugéne-Emmanuel Viollet-le-Duc, no tuvo inconveniente en sustituir o añadir elementos que a él pudieran parecerle más apropiados desde un punto de vista historicista, pero no siempre con rigor histórico. A él se debe, como arquitecto de la Casa Real, el panteón de Infantes de San Lorenzo de El Escorial; en el mismo edificio se ocupó de la reforma del panteón de los Reyes. Fue también muy destacada y prolífica su labor teórica. Mateo del Val Martínez fue el maestro de obras. En aquellos años, los que hoy llamamos aparejadores o arquitectos técnicos, quienes tenían la correspondiente titulación académica, luchaban por ver sus competencias y funciones adecuadamente establecidas y reconocidas, pero uno de sus principales problemas fue la intrusión de quienes no habían cursado los estudios oficiales y habían aprendido el oficio empíricamente, los que hoy llamaríamos maestros albañiles o también maestros de obras. Algunos de ellos se habían convertido en constructores, es decir, empresarios de la construcción, y habían acumulado cuantiosas fortunas, como fue el caso de Mateo del Val, que llegó a ser un personaje muy popular e influyente: en 1887 se presentó como candidato independiente a las elecciones municipales por el barrio de Pozas y en 1891 como candidato liberal dinástico. Sus buenas relaciones hicieron que en 1893, durante el gobierno del liberal Sagasta, le fuesen concedidos los honores de jefe de Administración Civil. En 1896 figuraba como arquitecto del nuevo local del Círculo Patronato de San Luis Gonzaga en la calle de Zorrilla, 5 y 7 y en 1908, con motivo del suicidio de su hijo mayor, Anastasio, fue citado como maestro de obras y aparejador, «persona que goza de gran popularidad en el barrio de los Cuatro Caminos». En 1895 figuraba en la prensa como «acaudalado industrial»; en 1899 creó en la calle Viriato una fábrica de papel de estaño cuyas onerosas condiciones laborales suscitaron numerosas protestas por parte de los sectores progresistas. Sus negocios le permitieron residir en un palacete de la calle de Bravo Murillo, junto a Cuatro Caminos, en cuyo solar sería después construida una casa de viviendas de alquiler. Un hotel que durante las fiestas del barrio aparecía engalanado con mantones de Manila y que, al decir de un antiguo amigo del personaje, «servían de marco a la belleza y juventud de las hijas de Mateo y sus amigas y ofrecían una nota de color y de alegría a la popular barriada». Pero diversos reveses personales y económicos terminaron llevando a Mateo del Val a la ruina; entre otras consecuencias, ello le llevó a enajenar su hotel con todos sus muebles y alhajas.
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