Capillas

La Capilla de la Virgen del Carmen, acompañada por las imágenes de Santa Lucía y San Pío de Pietrelcina, es uno de los espacios de oración más entrañables y concurridos de la Parroquia de Nuestra Señora de los Ángeles. Situada en el lateral derecho de la nave, esta capilla constituye un auténtico punto de encuentro espiritual para quienes buscan consuelo, protección e intercesión ante situaciones de dificultad, enfermedad o necesidad.

La devoción a la Virgen del Carmen, profundamente arraigada en la tradición católica y especialmente extendida entre los marineros y las almas del purgatorio, tiene aquí una representación entrañable. La imagen de la Virgen sostiene en brazos al Niño Jesús y en la otra mano el escapulario, símbolo de consagración y promesa de salvación. Esta advocación remonta su origen al Monte Carmelo en Tierra Santa y fue difundida por la Orden de los Carmelitas a lo largo de los siglos. En esta parroquia, la Virgen del Carmen es venerada con especial fervor el 16 de julio, su fiesta litúrgica, con celebraciones que reúnen a toda la comunidad parroquial.

Junto a la Virgen se encuentra la imagen de Santa Lucía, virgen y mártir del siglo IV, patrona de la vista y protectora de quienes padecen enfermedades oculares. Su presencia en esta capilla ofrece un lugar de esperanza para los fieles que se encomiendan a su intercesión pidiendo por la salud de la vista, por la claridad espiritual y por el don de la luz interior. Representada con sus atributos tradicionales —la palma del martirio y el plato con sus ojos—, Santa Lucía recuerda el testimonio valiente de los primeros cristianos y la fuerza de la fe vivida hasta las últimas consecuencias.

También forma parte esencial de esta capilla la figura de San Pío de Pietrelcina, conocido universalmente como el Padre Pío. Este fraile capuchino italiano, estigmatizado y famoso por su profunda vida de oración, sus confesiones interminables y su amor por la Eucaristía, es hoy uno de los santos más venerados del siglo XX. Su imagen, vestida con el hábito capuchino, nos recuerda la fuerza de la penitencia, el poder de la intercesión y la cercanía espiritual del santo hacia quienes sufren, dudan o necesitan paz interior. La capilla acoge cada día las oraciones silenciosas de muchos fieles que acuden a él confiando en su poderosa intercesión.

La Capilla de la Virgen del Carmen, Santa Lucía y el Padre Pío forma un conjunto armónico y profundo, un verdadero refugio espiritual dentro de la Parroquia. A través de estas tres figuras santas, se ofrece al pueblo de Dios un lugar donde elevar oraciones por la protección, la salud y la fe. Es un espacio donde confluyen la tradición carmelita, el testimonio de los mártires y la espiritualidad contemporánea, recordándonos que el camino de la santidad se puede vivir en todas las épocas y circunstancias de la vida.

Al entrar en esta capilla dedicada con tanto amor a la Virgen del Carmen, no solo nos acoge su mirada maternal desde el altar, sino que también somos invitados a levantar la vista hacia lo alto, hacia un techo que habla. Un techo que no solo cubre, sino que enseña, que custodia y que evangeliza.

Una de sus secciones está finamente decorada con el escudo de la Orden del Carmen, ese monte sagrado que simboliza la vida espiritual, el anhelo de Dios, y la protección constante de María para quienes se confían a ella. Es un recordatorio de la herencia carmelita que nos inspira a caminar con firmeza en la fe, con María como modelo de oración, silencio y servicio.

A ambos lados del escudo, encontramos dos pinturas que resumen de manera bellísima el mensaje del escapulario, ese sencillo signo mariano que tantos fieles llevan con devoción:

• La primera pintura representa la visión de San Simón Stock, aquel gran carmelita inglés que, en medio de la noche de la historia y del alma, recibió de manos de la Virgen el santo escapulario como un regalo del cielo. El escapulario que ella le entrega no es solo un trozo de tela, sino un manto de gracia, una promesa de salvación para todos aquellos que vivan en amistad con Dios bajo su amparo maternal.
   
• La segunda pintura conmueve el corazón: en ella se nos muestra a las almas del purgatorio, envueltas en llamas, siendo elevadas hacia la luz por el poder intercesor del escapulario. Es una imagen que despierta esperanza, que nos recuerda que la misericordia de Dios y el amor de María no conocen fronteras, y que su intercesión llega incluso a quienes esperan ser purificados para entrar en la gloria eterna.
   

Este techo, tan lleno de mensaje y belleza, nos anima a mirar hacia el cielo con confianza, sabiendo que la Virgen del Carmen vela por nosotros, nos acompaña en el camino, y nos espera con los brazos abiertos al final del mismo. Aquí, bajo su mirada y bajo su techo, nos sabemos hijos protegidos, llamados a vivir en gracia, y siempre envueltos en su amor maternal.